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Hortensia Contreras

ANTONIO MACHADO.

Hoy, sigamos con la lírica española, reproduciendo un magnífico retrato que nos dejó nuestro gran andaluz, Antonio Machado. De su biografía ya hemos hablado poro esta vez quisiera utilizar las palabras directas del poeta.


ANTONIO MACHADO (1875—1939)

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla

Y un huerto claro donde madura el limonero;

Mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;

Mi historia, algunos casos que recordar no quiero.


Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido

--ya conocéis mi torpe aliño indumentario--;

Más recibí la flecha que me asignó Cupido

Y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.


Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,

Pero mi verso brota de manantial sereno;

Y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,

Soy en el buen sentido de la palabra, bueno.


Adoro la hermosura, y en la moderna estética

Corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;

Mas no amo los afeites de la actual cosmética

Ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.



Desdeño las romanzas de los tenores huecos

Y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

Y escucho solamente, entre las voces, una.


Converso con el hombre que siempre va conmigo

-quien habla solo, espera hablar a Dios un día--;

Mi soliloquio es plática con este buen amigo

Que me enseñó el secreto de la filantropía.


Y al cabo nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

El traje que me cubre y la mansión que habito,

El pan que me alimenta y el lecho en donde yago.


Y cuando llegue el día del último viaje

Y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

Me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

Casi desnudo, como los hijos de la mar.


Y otro gran retrato, éste de un típico caballero andaluz:

LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO

Al fin una pulmonía

Mató a don Guido, y están

Las campanas todo el día

Doblando por él: ¡din-dán!

Murió don Guido, un señor

De mozo muy jaranero,

Muy galán y algo torero;

De viejo, gran rezador.

Dicen que tuvo un serrallo

Este señor de Sevilla;

Que era diestro

En manejar el caballo,

Y un maestro

En refrescar manzanilla.

Cuando mermó su riqueza,

Era su monomanía

Pensar que pensar debía

En asentar la cabeza.

Y asentóla

De una manera española,

Que fue a casarse con una

Doncella de gran fortuna;

Y repintar sus blasones,

Hablar de las tradiciones

De su casa,

A escándalos y amoríos

Poner tasa,

Sordina a sus desvaríos.

Gran pagano,

Se hizo hermano

De una santa cofradía;

Y el Jueves Santo salía,

Llevando un cirio en la mano

-¡aquel trueno!--,

Vestido de nazareno.

Hoy nos dice la campana

Que han de llevarse mañana

Al buen don Guido, muy serio,

Camino del cementerio.

Buen don Guido, ya eres ido

Y para siempre jamás…

Alguien dirá: ¿Qué dejaste?

Yo pregunto: ¿Qué llevaste

Al mundo donde hoy estás?

¿Tu amor a los alamares,

Y a las sedas y a los oros,

Y a la sangre de los toros

Y al humo de los altares?

¡Buen don Guido y equipaje,

Buen viaje!...

El acá

Y el allá,

Caballero,

Se ve en tu rostro marchito

Lo infinito:

Cero, cero

¡Oh las enjutas mejillas,

Amarillas,

Y los párpados de cera,

Y la fina calavera

En la almohada del lecho!

¡Oh fin de una aristocracia!

La barba canosa y lacia

Sobre el pecho;

Metido en tosco sayal,

Las yertas manos en cruz,

¡Tan formal!,

El caballero andaluz.

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