Otra leyenda de las tierras del Mayab…
¡Pujuy…Puhuy…Puhuy…!
El grito, que no es cántico de pajarillo, se repite mientras el avecilla insignificante se cruza en el camino del viajero que cruza los hermosos caminos del Mayab.
Vuela en ágiles giros y al bañar su pequeño cuerpecillo bajo la luz de la luna, se advierten mil colores que conforman su plumaje. ¡Puhuy…Puhuy…! Vuelve a gritar para reaparecer a pocos pasos del viajero, como invitándolo a seguirlo, como haciendo una pregunta.
La historia de este pajarillo originario de Yucatán es en realidad una leyenda. Se le llama así, pájaro Puhuy, porque ese es el único grito que emite por las noches que es cuando sale a los caminos y revolotea y pregunta a los viajeros. Es un pájaro parchado que cuando podemos verlo por la tarde a la luz del tramonto se nos antoja un pordiosero, un vagabundo cuyo traje viejo tiene mil remiendos de colores distintos. Así es el pájaro Puhuy.
Pues bien, dice la leyenda que se cuanta bajo el frescor de las ceibas o entre la penumbra de los portentosos templos del Itzá, que hace mucho, mucho tiempo, muchos siglos que las cuentas calendáricas no alcanzaron a contar, el Supremo Creado tuvo que escoger al rey de las aves y siendo el pájaro Puhuy de cántico monótono y plumaje muy hermoso, se creyó que podía ser el rey de los emplumados. Más allí estaba el pavo real, que era un ave gris, de triste plumaje pero de gorjeos muy hermosos y variados. Al ver su cuerpo gracioso y altivo, pensó en que si tuviera mejor y más vistoso plumaje podría ser el rey, pues tenía tamaño y apostura.
Quiso la mala suerte del pájaro Puhuy, que el avorazado y envidioso pavo real lo viera acercándose a él, le propuso un trato: el pajarillo de vistoso plumaje le prestaría sus plumas y en cuanto fuera nombrado Rey por el Creador, no sólo se las devolvería, sino que lo llenaría de favores y privilegios.
El pájaro Puhuy era noble y bueno y accedió.
Se despojó de sus plumas y el pavo real se las colocó sobre su cuerpo, se presentó a concurso y resultó triunfador.
Cuando pasaba el nuevo rey de las aves con su séquito, el humilde y buen pájaro Puhuy miraba atónito el desfile, escondido entre los matorrales, porque estaba desnudo y así no podía exhibirse entre sus congéneres.
Y ocurrió que el pavo real ostentoso y pagado de sí mismo se olvidó del pájaro Puhuy, jamás volvió a dirigirle la palabra y menos lo buscó para recompensarle sus favores y se quedó con su plumaje.
El pájaro Puhuy vagó triste y apesadumbrado, sin osar salir de los matorrales, hasta que las demás aves compadecidas, se despojaron cada una de una pluma y se las pegaron al cuerpo del Puhuy.
De este modo el insignificante pajarillo quedó parchado, con su vestido hecho como de mil remiendos y el pavo real con su vistoso atuendo.
Desde entonces el pájaro Puhuy sale a los caminos en espera de que alguien lo comprenda, de que pase el pavo real y se acuerde de su deuda y ya no desea recompensa alguna ni favores, sino que le regrese su plumaje. Tal vez, piensan los mayas, el pájaro Puhuy sea un ejemplo para los hombres que prometen, se visten con galas ajenas y después se tornan ingratos.
Más si el pájaro Puhuy al dar sus galas tuvo que vestirse de pedazos y remiendos, el pavo real también encontró su justo castigo. Hoy el orgulloso, ostentoso y presumido pavo real no canta, apenas emite un graznido chillón, hiriente, cuando se acuerda de los hermosos trinos que emitía antes de que fuera nombrado rey de todas las aves.
Por otra parte, las patas del pavo real son las patas más feas que tenga ave alguna y se dice que cuando se las ve, se muere o llora con gran pena.
Esta es pues la leyenda del pájaro Puhuy, el pajarillo que sale por los caminos del Mayab, a preguntarle al viajero si ha visto al pavo real que lo engañó, así como hay muchos hombres que viven engañando a sus semejantes…
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