(Miguel León Portilla)
Tomaremos algunos episodios narrados y transcritos en un antiguo texto tomado del libro de Los Coloquios de los Doce en el cual se conservan los diálogos y discusiones entre los primeros franciscanos venidos a la Nueva España en 1524 y algunos sabios y sacerdotes mexicas supervivientes. A continuación transcribiremos como los mexica recordaban uno de los más cruentos episodios que tuvieron lugar en la ciudad de México Tenochtitlan.
LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR
Establecidos ya los hombres de Castilla en México-Tenochtitlan, Motecuzohma se convirtió en prisionero de Cortés. Éste tuvo que ausentarse de la ciudad para ir a combatir con Pánfilo de Narváez, quien venía a quitarle el mando por orden de Diego Velázquez, Gobernador de Cuba. Alvarado aprovechó entonces la fiesta de Tóxcatl, en la que se reunía el pueblo en el recinto del templo Mayor, para atacar alevosamente a los indígenas…
Pues así las cosas, mientras se está gozando de la fiesta, ya es el baile, ya es el canto, ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los hombres de Castilla toman la determinación de matar a la gente. Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra.
Vienen a cerrar las salidas, los pasos, las entradas: La entrada del Águila, en el palacio menos; la del Ácatl iyacapan (Punta de la Caña), la de Tezcacoac (Serpiente de Espejos). Y luego que hubieron cerrado, en todas ellas se apostaron: ya nadie pudo salir.
Dispuestas así las cosas, inmediatamente entran al Patio Sagrado para matar a la gente. Van a pie, llevan sus escudos de madera y algunos los llevan de metal y sus espadas.
Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaron a donde dirigirse.
Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se metieron en la Casa Común: allí sí se pusieron en salvo. Otros se entremetieron entre los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentando ser muertos, se salvaron. Pero si entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban.
La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha encharcado, y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse.
Y los españoles andaban por doquiera en busca de las casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas, buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí; por doquiera anduvieron, todo lo escudriñaron. En las casas comunales por todas partes rebuscaron.
La reacción de los mexicanos
Y cuando se supo fuera, empezó una gritería:
--¡Capitanes, mexicanos…venid acá! ¡Que todos armados vengan: sus insignias, escudos, dardos!...¡Venid acá de prisa, corred: muertos son los capitanes, han muerto nuestros guerreros!...¡Han sido aniquilados, oh capitanes mexicanos!
Entonces se oyó el estruendo, se alzaron los gritos, y el ulular de la gente que se golpeaba los labios. Al momento fue el agruparse, todos los capitanes, cual si hubieran sido citados: traen sus dardos, sus escudos.
Entonces la batalla empieza: dardean con venablos, con saetas y aun con jabalinas, con arpones de cazar aves. Y sus jabalinas furiosos y apresurados lanzan. Cual si fuera capa amarilla, las cañas sobre los españoles se tienden.
La gente de Castilla se refugia en las casas reales
Por su parte, la gente de Castilla inmediatamente se acuarteló. Y ellos también comenzaron a flechar a los mexicanos, con sus dardos de hierro. Y dispararon el cañón y el arcabuz.
Inmediatamente echaron grillos a Motecuhzoma.
Los capitanes mexicanos fueron sacados uno en pos de otro, de los que habían sucumbido en la matanza. Eran llevados, eran sacados, se hacían pesquisas para reconocer quién era cada uno.
El llanto por los muertos
Y los padres y las madres de familia alzaban el llanto. Fueron llorados, se hizo la lamentación de los muertos.
A cada uno lo llevan a su casa, pero después los trajeron al Patio Sagrado: allí reunieron a los muertos; allí a todos juntos los quemaron, en un sitio definido, el que se nombra Cuauhxicalco (Urna del Águila). Pero a otros los quemaron en la Casa de los Jóvenes.
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