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Hortensia Contreras

El texto anónimo de Tlatelolco. Parte II

Prosigamos con la transcripción del Texto Anónimo de Tlatelolco…


…La gente se refugia en Tlatelolco…


Y eso bastó; los del pueblo bajo en esta ocasión dejaron su ciudad de Tenochtitlan para venir a meterse a Tlatelolco. Vinieron a refugiarse en nuestras casas. Inmediatamente se instalaron por todas partes en nuestras casas, en nuestras azoteas.


Gritan sus jefes, sus principales y dicen:


--Señores nuestros, mexicanos, tlatelolcas…


Un poco nos queda…No hacemos más que guardar nuestras casas.

No se han de adueñar de los almacenes, del producto de nuestra tierra.

Aquí está nuestro sustento, el sostén de la vida, el maíz.


Lo que para vosotros guardaba vuestro rey: escudos, insignias de guerra, rodelas ligeras, colgajos de pluma, orejeras de oro, piedras finas. Puesto que todo esto es vuestro, propiedad vuestra.


No os desaniméis, no perdáis el espíritu. ¿A dónde hemos de ir?


¡Mexicanos somos, tlatelolcas somos!


Inmediatamente tomaron de prisa todas las cosas los que mandan acá, cuando ellos vinieron a entregar las insignias, sus objetos de oro, sus objetos de pluma de quetzal.

Y éstos son los que andan gritando por los caminos y entre las casas y en el mercado. Ellos los que anduvieron gritando, como se dijo, cuando se vinieron a meter a Tlatelolco.

Y aquí está los que lo oyeron:


Los de Coyoacan, de Cuauhtitlan, de Tultitlan, de Chicanauhtla, el de Tetzcoco, Cuitláhuac, el de Tepechpan. Todos los señores de estos rumbos oyeron el discurso dicho por los de Tenochtitlan.


Y todo el tiempo en que estuvimos combatiendo, en ninguna parte se dejó ver el Tenochca: Yacacolco, Atezcapan, Coatlan, Nonohualco, Xoxohuitlan, Tepeyácac, en todas estas partes ue obra exclusiva nuestra, se hizo por los tlatelolcas. De igual modo, los canales también fu obra nuestra exclusiva.


Ahora bien, los capitanes tenochcas allí (en su refugio de Tlatelolco), se cortaron el cabello, y los de menor grado, también allí se lo cortaron, y los cuachiques, y los otomíes, de grado militar, que suelen puesto su casco de plumas, ya no se vieron en esta forma, durante todo el tiempo que estuvimos combatiendo.

Por su parte los de Tlatelolco rodearon a los principales de aquellos y sus mueres todas los llenaron de oprobio y los apenaron diciéndoles:


-¿No más estáis allí parados?...¿No os da vergüenza? ¡No habrá mujer que en tiempo alguno se pinte la cara para vosotros!...


Y las mujeres de ellos andaban llorando y pidiendo favor en Tlatelolco.


Y cuando ven todo esto los de esta ciudad alzan la voz, pero ya no se ven por ninguna parte los tenochcas.


De parte de los tlatelolcas, pereció lo mismo el cuáchic, que el otomí y el capitán. Murieron a obra de cañon, o de arcabuz.


Y entonces quedó vencido el tlatelolca, el gran tigre, el gran águila, e l gran guerrero.

Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos. Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas. Sus faldellines llevaban arremangados, loa alzaron para arriba de sus piernas para poder perseguir a los enemigos.


Fue también cuando le hicieron un doselete con mantas al capitán allí en el mercado, sobre un templete. Y fue cuando colocaron la catapulta aquí en el templete. En el mercado la batalla fue por cinco días.


…Descripción épica de la ciudad sitiada…


Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos: con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos;

Los cabellos están esparcidos.

Destechadas están las casas,


Enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,

Y están las paredes manchadas de sesos.

Rojas están las aguas, cual si las hubieran teñido,

Y si las bebíamos, eran agua de salitre.

Golpeábamos los muros de adobe en nuestra ansiedad

Y nos quedaba por herencia una red de agujeros. En los escudos estuvo nuestro resguardo,

Pero los escudos no detienen la desolación.

Hemos comido panes de colorín,

Hemos masticado grama salitrosa,

Pedazos de adobe, lagartijas, ratones,

Y tierra hecha polvo y aun los gusanos…

Y este fue el modo como feneció el mexicano, el tlatelolca. Dejó abandonada su ciudad. Ya no teníamos escudos, ya no teníamos macanas, y nada teníamos que comer, ya nada comimos. Y toda la noche llovió sobre nosotros…



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