top of page
Search
Hortensia Contreras

HIAWATHA EL UNIFICADOR (relato iroqués)

….Hiawatha-creador de ríos y lagos, fue, según la tradición, un estadista y unificador que vivió a mediados del s. XVI. De acuerdo a algunas fuentes nació en la tribu Mohauk pero que luego buscó refugio entre los Onondaga cuando los suyos rechazaron sus enseñanzas. Sus esfuerzos por unificar las tribus iroquesas fueron enfrentados por un poderoso cacique, Wathatotarho, a quien a la postre derrotó y que tomó venganza por mano propia matando a la hija de Hiawatha.


Y cuenta la tradición que…


Un día, el sueño de Ta-ren-ya-wa-gon, el que sostiene la bóveda celeste, se vió sacudido por un gritos desgarrador de angustia y dolor. Se asomó a la tierra y observó a cientos de humanos corriendo aterrorizados bajo la amenaza de horribles monstruos y crueles gigantes devoradores de hombres. Disfrazándose de mortal se deslizó hacia la tierra y allí, tomando la mano de una niña, ordenó a los aterrorizados humanos que lo siguieran. Por caminos desconocidos los llevó hasta una cueva donde surgía un caudaloso río, y allí los alimentó y les permitió descansar.


Por muchos años residieron las gentes allí, hasta que sus hijos se convirtieron en magníficos hombres y mujeres. Entonces Hiawatha los convocó y les dijo: “Hijos míos, ya es tiempo de que os separéis y andad pues a poblar la tierra y convertíos en grandes naciones.” Y de nuevo tomó la mano de una niña y caminó hacia el sol poniente con todos los hombres y mujeres siguiéndolo.


Después de un largo viaje llegaron a la orilla de un hermoso río. Allí separó a unas cuantas familias de los demás y les ordenó construir un salón comunitario. Les dijo: “vosotros seréis conocidos como Aquellos maestros de una lengua desconocida”, y entonces conformaron lo que se iba a conocer como la tribu de los Mohawk. Y a partir de ese momento su lengua cambio y dejaron de comprender al resto de los hombres. A los Mohawk el dios les dio maíz, frijoles, calabaza y tabaco. Les mostró también a plantar, cosechar y moler el maíz, para alimentarse. También les enseño el arte de la caza. Después de instruirlos, el guía siguió camino seguido del resto de los hombres.

Después de mucho caminar se detuvieron y allí fundó la nación Onondaga, a los pies de una gran montaña. Y después de instruirlos volvió al camino.


Llegaron al fin a la orilla de un gran lago que resplandecía bajo el sol. Aquí otro pequeño grupo fundó su aldea y se convirtieron en los Cayuga.


Ahora ya sólo quedaban unos cuantos, y estos caminaron hacia un lago a los pies de una montaña y allí se convirtieron en la poderosa nación Seneca.


Y a cada nación el sostenedor de la Bóveda les otorgó un regalo especial. A los Seneca les dio pies tan ligeros que podían vencer en la carrera a cualquier venado. A los Cayuga les dio la canoa y la habilidad de conducirla a través de las aguas más turbulentas. A los Onondaga les dio el conocimiento de las Leyes Eternas y la posibilidad del visualizar hasta los más íntimos deseos del Gran Creador. A los Oneida les otorgó maestría para crear armas y habilidad para tejer delicados objetos de cestería y a los Mohawk les dio arcos y flechas para llegar hasta el corazón de sus presas de caza y también el de sus enemigos.


El dios decidió vivir entre esas gentes como un simple humano. Y habiéndolo así decidido tomó el nombre de Hiawatha y tomó a una bella mujer de la tribu de los Onondaga como esposa. De esa unión nació una hija, Mni-haha, quien superó a su madre en belleza y cualidades. Hiawatha nunca dejó de enseñar y aconsejar a sus gobernados y siempre habló de paz y armonía. Bajo su gobierno los Onondaga fueron grandes y prósperos, al igual que las otras naciones que también prosperaron bajo la guía del gran Maestro.


Sin embargo, empezaron a llegar bandas de cazadores venidos del norte que no tenía la guía de un Maestro y que cayeron sobre los pueblos civilizados como una tormenta, propagando la devastación y muerte a donde llegaban. De nuevo las gentes buscaron el auxilio de Hiawatha,, quien convocó a todas las naciones para que esperaran su llegada.

Así que las cinco tribus se reunieron alrededor del fuego , a la orilla de un lago al que los bárbaros aun no habían llegado.


Al final, después de cuatro días de espera Hiawatha llegó a reunirse con sus pueblos alrededor del fuego sagrado, y así les habló:


Hijos míos, el pasado quedó lejos. Es el presente y el futuro que nos debe ocupar. Escuchadme bien porque estas serán mis últimas palabras. Mi tiempo aquí está llegando a su fin.


Hijos, la guerra, el miedo y la desunión os han traído aquí, a reuniros alrededor del fuego sagrado. Al enfrentar un peligro común y temiendo por la seguridad de los vuestros, os habéis ido aislando, y cada tribu actuando y decidiendo por cuenta propia. Recordad como yo os convertí de una pequeña banda, en grandes naciones. Ahora ninguna tribu sola podrá con nuestros enemigos, quienes no entienden de la Ley Eterna, y quienes sólo traen muerte y desolación a nuestra tierra.


Hijos míos, escuchad atentamente. Recordad que sois hermanos y que la caída de uno significa la caída de todos. Debéis tener un solo fuego, una sola pipa, una sola hacha de guerra.


Procedió a solicitar a los guardianes del fuego de cada una de las cinco tribus para que unieran su llama a la del fuego sagrado, y así lo hicieron. Entonces Hiawatha arrojó semillas de tabaco sagrado haciendo que un dulce aroma envolviera a todos los presentes. Y dijo:


Onondagas, sois una tribu de poderosos guerreros. Vuestra fuerza es como la del pino gigante que puede soportar cualquier tormenta. Convertíos en los guardianes. Vosotros seréis la primera nación.


Oneidas, vuestros hombres son famosos por su sabiduría. Sed pues los consejeros de las tribus. Seréis la segunda nación.


Seneca, los de los pies ligeros y de lenguaje persuasivo. Vuestros hombres son los grandes oradores. Así seréis los portavoces de todos. La tercera nación.

Cayuga, los más astutos. Los fabricantes de canoas. Seréis los guardianes de nuestros ríos. La cuarta nación.


Mohawk, los que mejores cosechas de maíz y frijol obtienen. Vosotros seréis los constructores de casas y alimentos para todos.


Vosotros debéis ser como los cinco dedos de la mano del guerrero, unidos para sostener el hacha de guerra. Uníos como unos, y los enemigos volverán aterrorizados a las tierras yermas de donde proceden. Dejad que mis palabras aniden en vuestras mentes y corazones. Ahora, retiráos para reflexionar juntos, y venid a mi mañana para decirme si seguiréis mi consejo.

A la mañana siguiente, los sabios y hombres santos de las cinco tribus llegaron con Hiawatha con la promesa de que, desde ese día serían todos como una sola nación. Hiawatha se regocijó y recogiendo algunas plumas blancas del pájaro sagrado, las repartió diciendo: “Convertíos en estas plumas, y por ellas seréis conocidos como los Ako-no-shu-ne, los Iroqueses”.


Y así fue, que con la ayuda del Gran Unificador, nació la liga de las Cinco Naciones, y las tribus permanecieron unidas y en paz en el territorio entre el Gran Río del oeste y el Gran Mar del este.


Los ancianos le rogaron a Hiawatha que se convirtiera en el jefe supremo de las tribus unificadas, pero él contestó: “Esto no puede ser, porque mi tiempo aquí ya terminó. Amigos y hermanos, elegid a las mujeres más sabias de sus naciones para que sean las madres futuras de los clanes y las que mantengan la paz, ellas sabrán resolver conflictos que surjan. Permitan que la sabiduría guía a vuestros líderes para acudir a estas mujeres en busca de consejo. Ahora he terminado de hablar. Me despido”.

En ese momento una suave brisa rodeó a los asistentes y se oyó el canto de innumerables pájaros.


Hiawatha abordó su canoa mágica, y en vez de deslizarse sobre las aguas del lago, se elevó hacia el cielo y se perdió entre las nubes. Hiawatha se había marchado, pero sus enseñanzas sobrevivirán siempre en los corazones de los hombres justos.

(En 1714, la tribu Tuscarora se unió a la liga Iroquesa, liga que desde entonces se llamó de las Seis Naciones. La liga fue una fuerza poderosa que operaba en lo que hoy es el noreste de Pennsylvania y el norte del estado de Nueva York hasta que estalló la revolución de independencia, cuando la Liga se alió a los británicos. Y después de la firma del Tratado de Fort Stanwix en 1784, el poder de la liga se fracturó, aunque nunca hasta hoy se ha declarado formalmente cancelada.)


14 views0 comments

Recent Posts

See All

Comments


bottom of page