Hace unos dos mil años se asentaron en el territorio del actual estado mexicano de Chihuahua, los Rarámuri (los de los pies ligeros) dejando migraciones uto-aztecas que se dirigían al sur. La tierra era grande y rica para sustentarlos con la recolección, la caza, la pesca y cada vez más con la agricultura. A finales del S. XVI no sospechaban que los bosques y minerales de su tierra serían causa de su despojo actual.
En 1589 entraron los primeros españoles en territorio rarámuri. Los invasores llegaron buscando riquezas y los indígenas se mostraron cordiales, aunque no iban a dejarse imponer otros modos de vida y lucharon por defender su fe y su cultura.
Hubo 5 rebeliones mayores con 15 años de guerra desde 1616 y las misiones jesuitas fundadas en la Alta y Baja Tarahumara sólo pudieron trabajar 32 años en todo el siglo XVII. Murieron 14 misioneros en esas rebeliones.
Finalmente los rarámuri optaron por la resistencia pacífica y el refugio en las montañas.
Los españoles renunciaron a reunirlos en poblados y a quitarles sus rituales. Cambiaron sus tácticas por un control político, poniendo 'capitanes' y 'gobernadores' indígenas, parra organizar en grupos a los dispersos.
Los misioneros respetaron su religión y a su vez pusieron 'fiscales' entre los indígenas para convocar a las fiestas cristianas; construyeron templos para reunir al pueblo e introdujeron la ganadería y nuevos cultivos. Fueron progresando en su trato con los rarámuri al participar en sus ceremonias mientras éstos conservaron su independencia y su libertad de dispersión, formas de trabajo y ritos ancestrales aunque tolerando despojos y adoptando lo que les fue útil.
En el siglo XVIII, los rarámuri adoptaron, en cierta libertad a los misioneros y su fe por el sustrato de coincidencias y convivencias que debió existir. Seleccionaron a su manera lo que les enriquecía su visión de Dios y del mundo, dejando a un lado lo que no les parecía significativo.
Hubo una adopción selectiva ya que hasta hoy los misioneros siguen siendo aliados adoptados y queridos, y los 'chabochis' (no-indígenas) siguen siendo adversarios y temidos, aunque en convivencia pacífica.
A finales del siglo y después de la expulsión de los jesuitas, las rarámuri quedaron libres para reinterpretar el cristianismo en formas y símbolos propios. El abandono gradual de las misiones liberaría durante todo el siglo siguiente a los indígenas ya cristianos de una forzada occidentalización de su vida y de su religión.
S. XIX
La inestabilidad política que se dio en México durante los primeros setenta años del siglo terminó con las misiones.
La salida de los últimos misioneros y las nuevas leyes liberales favorecieron la invasión de las mejores tierras indígenas. Los rarámuri entonces se refugiaron en las barrancas y las cumbres de la sierra. El pueblo rarámuri quedó en manos de sus propias autoridades tradicionales. Esto reforzó su sistema político, que llegó a una síntesis armónica de cargos y servicios a la comunidad.
S. XX
Los jesuitas regresaron a la Tarahumara en el año de 1900. Esta vez se repitió un choque cultural inevitable. Se abrió un abismo entre la iglesia raramurizada y la iglesia romanizada.
Así, las misiones vieron la necesidad prioritaria de 'educar' para que los indígenas fueran cristianos verdaderos.
Actualmente la pastoral indígena va por el acompañamiento que pretende compartir lo cotidiano rarámuri, comprender y aprender los caminos de una comunicación verdadera.. Se han introducido servicios de evangelización, salud, comercialización, agropecuarios, etc. cuando ellos lo van pidiendo según sus necesidades.
Los rarámuri han mantenido una sabia visión histórica invadida; la prueba es que han resistido, que son y quieren ser ellos mismos.
Espero que sea una buena introducción a la presencia aun ahora de las misiones jesuitas en la Tarahumara.
Saludos, H.
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