Por las fechas que vivimos, quise recordar y rendir homenaje a uno de los más grandes artistas grabadores que vio el México de principios del siglo XX.
El artículo apareció en el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, 1992 con el título:
JOSÉ GUADALUPE POSADA : el novio de la muerte (y la muerte nos pela los dientes)
José Guadalupe Posada (Aguascalientes, Ags., 2 de febrero de 1852 – México, D.F., 20 de enero de 1913), desde niño ayudaba en el taller de alfarería de su tío Manuel, después se acercó a una de las pocas escuelas de dibujo que había en su lugar natal y con su hermano mayor -ya para entonces profesor de primaria-. Aprendió a leer y escribir; en su adolescencia realizó las primeras litografías en el taller de Trinidad Pedroza, con quien empezó a colaborar en el periódico político independiente llamado El Jicote. Al cerrar la edición por sus caricaturas críticas, se trasladaron a León, Guanajuato, donde se dedicaron a hacer trabajos comerciales (decoraron cajetillas de cigarros, cerillos, invitaciones para eventos cívicos y sociales) y religiosos (estampas de vírgenes y santos). La demanda que tuvo su trabajo por parte de industriales, comerciantes y editores era bastante aceptable; al tener en ese tiempo una situación económica favorable decidió el 20 de septiembre de 1875m contraer nupcias con la señorita María de Jesús Vela. Su trabajo de grabador lo complementó dando clases de litografía en una Escuela de Instrucción Secundaria; sin embargo, la suerte le cambió, debido a la terrible inundación que afectó a la ciudad de León en el año de 1888, y decide trasladarse con su esposa a la ciudad de México, donde se relacionó con Irineo Paz quien le encargó “ilustrar” La Patria Ilustrada, después conoció a Manuel Manila, (creador de las calaveras en caricatura) quien lo recomendó en el taller de Antonio Vanegas Arroyo, donde perfeccionó las famosas calaveras, además se convirtió en una especie de cronista al relatar a través de sus caricaturas los acontecimientos que impresionaban al pueblo mexicano: catástrofes, milagros, crímenes, peregrinaciones, actos cívicos, insurrecciones, etc. Colaboró en distintas publicaciones como El Popular, El amigo de los pueblos, La Patria Festiva, El Fandango, El Diablo Bromista, El Chisme, etc. Aunque incursionó en otras técnicas de grabado (madera, zinc y plomo), nunca abandonó la litografía.
Posada ilustró innumerables cuentos, canciones, corridos, calendarios, juegos de mesa, su producción según su editor Antonio Vanegas Arroyo llegó a 15 mil grabados, entre litografía, tipografía comercial, estampa religiosa, e indiscutiblemente caricatura, con la que denunciaba las arbitrariedades de le época. Nada escapaba a su lápiz: lo mismo caricaturizaba a Porfirio Días, el ejército, la policía, al campesino, obrero, clero y hasta la propia muerte. Artista del pueblo y para el pueblo, Posada comprometió su arte e hizo caricaturas políticas ironizando a la dictadura porfirista, mientras que en otros dibujos hace evidente su simpatía por las luchas populares enarboladas respectivamente por los hermanos Flores Magón y Emiliano Zapata.
Diego Rivera clasificó la obra de Posada como “…arte popular, considerándolo el grabador del genio que interpretó magistralmente el dolor, la alegría, la angustia y la muerte…” convirtiéndola en calavera que pelea, se emborracha, llora y baila. La muerte familiar, la muerte que se transforma en figura de cartón articulada y que se mueve tirando de un cordón. La muerte como calavera de azúcar para engolosinar a los niños, mientras los grandes pelean y caen fusilados o ahorcados. La muerte parrandera que baila en los fandangos y nos acompaña a llorar el hueso en los cementerios, comiendo mole o bebiendo pulque junto a las tumbas de nuestros difuntos.
Otro de sus críticos, Agustín Sánchez, dice que “Guadalupe Posada no buscaba calificar, ni menos moralizar, simplemente -con sus grabados- quería divertirse y divertir”. Sin duda, consideramos que con sus miles de caricaturas se divirtió, algunas transformadas en calaveras, burlándose de todos: de político, burgués, obrero, campesino, borracho, bailarín, obispo, periodista, revolucionario, artesano, barrendero, policía, soldado, ciclista, garbancera y catrín. Después de tanto jugar y acariciar a la muerte, finalmente el 20 de enero de 1913 tuvo su encuentro con la “flaca”, llevándoselo, posiblemente para que de manera más íntima la siguiera acariciando y divirtiendo. Por su gran variedad de dibujos humorísticos, sus incontables grabados hechos calavera y por su fascinación hacia la parca, Eduardo del Río “Rius”, también caricaturista, lo declaró: el novio de la muerte.
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