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Hortensia Contreras

JUANA DE ASBAJE (1648-1695)

…siguiendo con la lírica y los poetas, hoy hablaremos un poco de la monja universal Juana Inés de la Cruz....

Bien pueden los encantadores quitarme la

Ventura; pero el esfuerzo y el ánimo,

Imposible.


Don Quijote de la Mancha


Nace la niña Juana en una familia de “varonas”. Así dice Octavio Paz.

Doña Isabel Ramírez es su madre, mujer luchadora a la vez que también producto de su tiempo y lugar,

La Nueva España, siglo XVII, la hacienda de Nepantla, a los pies del volcán, guardián de tesoros y leyendas del pasado. 1648, año indicado en el acta de nacimiento de Juana. En el municipio de Ozumba, en la hacienda de Panoayán, cerca de Amecameca, vive la niña Juana sus primeros años con sus abuelos maternos, andaluces llegados de San Lúcar de Barrameda.

Allí nace en Juana la voz que no se apagará sino hasta su edad madura. Sa voz, esa postura y su propuesta estética que hasta hoy dan cuenta del tiempo en que vivió acompañada por su talento, esfuerzo y talante. Era la segunda mitad del s. XVII, y de Panoayán pasa a la ciudad de México, donde convive con familiares cercanos hasta que a los quince años se muda al Palacio Virreinal donde permanecerá hasta los veintiún años.

A esa edad decide recluirse en el convento de San Jerónimo donde transcurrió el resto de su vida. Pero antes, vive y experimenta la vida en palacio invitada por la virreina Leonor Carreto. La joven llevaba consigo la memoria de una infancia repleta de voces, sonidos, acentos diversos. Vivió esa infancia con los abuelos andaluces, la memoria del vascuence heredado de un padre siempre ausente, salpicada con la convivencia diaria de esclavos negros y mulatos y sirvientes y vecinos de habla indígena. Todas estas voces las guarda en su memoria privilegiada. Más tarde las recordará en canciones, loas y villancicos deliciosos:

“Y para darme un hartazgo

Como un negro camotero,

Quiero cantar, que al fin es

Cosa que gusto y entiendo…

…y con las cláusulas tiernas

Del Mejicano lenguaje,

En un Tocotín sonoro

Dicen con voces suaves:

Tocotín

Tla ya timohuica,

Totlazo Zuapilli,

Maca ammo, Tonantzin,

Titechmoilcahuíliz…”

Juana llega a palacio con quince años. Es bella, y lo sabe. Encantadora y lo sabe. Se embriaga con la música de bailes y tertulias y del latín que aprenderá en menos de veinte lecciones. Y en palacio también escuchará la voz del confesor de la virreina, el jesuita Antoni Núñez de Miranda. Esa voz que la animará a profesar con apenas diecinueve años, en el convento de las Carmelitas descalzas. Pero antes, desde el balcón de palacio, Juana podrá llenarse del bullicio y colorido de la Plaza Mayor.

Y dentro de la residencia virreinal se privilegiará con las conversaciones de bachilleres universitarios, también de funcionarios civiles y eclesiásticos y de los virreyes mismos que la tratan como a una hija mimada. Se le llena la memoria de asuntos peninsulares, criollos y también mestizos que abarrotan las salas de audiencia del señor virrey. Además, tendrá la oportunidad primero de reírse, más delante de hartarse de las voces criollas de las jovencitas que llegaban a palacio para entrenarse en las costumbres de la corte para así conseguir al mejor marido.

Escuchará misas en el latín de la Catedral, el órgano monumental, los coros y sin duda hasta los parlamentos que se sucedían en el teatro Coliseo,,, tan popular entonces.

Y entonces viene el convento…Ella misma así lo explica en su “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, 1691

…Entreme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado cosas (…), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respecto (como al fin más importante) cedieron todas las impertiniencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola, de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros.

Y de una carta al Padre Núñez (1682)

“Mis estudios no han sido en daño ni perjuicio de nadie, mayormente habiendo sido tan sumamente privados que no me he valido ni aun de la dirección de un maestro, sino que a secas me lo he habido conmigo y mi trabajo, que no ignoro que el cursar públicamente las escuelas no fuera decente a la honestidad de una mujer, por la ocasionada familiaridad con los hombres (…) y el no disputarles lugar señalado para ellos (…) pero los privados y particulares estudios ¿quién los ha prohibido a las mujeres? ¿No tienen alma racional como los hombres? …-

Algunas Redondillas…

  • Hombres necios que acusáis

  • A la mujer sin rezón,

Sin ver que sois la ocasión

De lo mismo que culpáis:

Si con ansia sin igual

Solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obre bien

Si las incitáis al mal? (…)


¿Cuál mayor culpa ha tenido

En una pasión errada:

La que cae de rogada,

O el que ruega de caído?

Pues ¿para qué os espantáis

De la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

O hacedlas cual las buscáis. (…)


Bien con muchas armas fundo

Que lidia vuestra arrogancia,

Pues en promesa e instancia

Juntáis diablo, carne y mundo.



…y luego vendrá el convento

(primera entrega, continuamos la próxima semana)


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