(extractos de los Anales de Tlatelolco, retomados por Miguel León Portilla)
Y todo el tiempo contra nosotros se disponen atacar. Es la batalla. Se ponen en actividad con sus dardos de metal.
Por lo que hace a las naves de ellos, vienen a ponerse en Texopan. Tres días es la batalla allí. Luego llegan al Patio Sagrado: cuatro días es la batalla allí.
Luego llegan hasta Yacacolco: es cuando llegaron acá los españoles, por el camino de Tlilhuacan.
Y eso fue todo. Habitantes de la ciudad murieron dos mil hombres exclusivamente de Tlatelolco.
Y así las cosas, vinieron a hacernos evacuar. Vinieron a estacionarse en el mercado. Fue cuando quedó vencido el tlatelolca, el gran tigre, el gran águila, el gran guerrero. Con esto dio su final conclusión la batalla.
Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos. Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas. Sus faldellines llevaban arremangados, los alzaron para arriba de sus piernas para poder perseguir a los enemigos.
Fue también cuando le hicieron un doselete con mantas al capitán allí en el mercado, sobre un templete. Y fue cuando colocaron la catapulta aquí en el templete. En el mercado la batalla fue por cinco días.
Descripción épica de la ciudad sitiada
Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos: con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados. En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas, y en las paredes están los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre. Golpeábamos en tanto los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo, pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.
Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos…
Comimos la carne apenas sobre el fuego estaba puesta. Cuando estaba cocida la carne de allí la arrebataban, en el fuego mismo, la comían.
Se nos puso precio. Precio del joven, del sacerdote, del niño y de la doncella. Oro, jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue estimado.
Y ese fue el modo como feneció el mexicano, el tlatelolca. Dejó abandonada su ciudad. Y ya no teníamos escudos, ya no teníamos macanas, y nada teníamos que comer, ya nada comimos. Y toda la noche llovió sobre nosotros.
Ahora bien, cuando salieron del agua llevaron a Cuautemoctzin a donde estaba el capitán, y don Pedro de Alvarado y doña Malintzin.
En un año 3-casa (1521), fue conquistada la ciudad. En la fecha en que nos esparcimos fue un día 1-serpiente.
Hecho así, cuando se hubieron ido los embajadores de los señores de Tlatelolco, luego se presentaron ante (los españoles) los principales de Tenochtitlan. Quieren hacerlos hablar.
Fue cuando le quemaron los pies a Cuauhtemoctzin. Cuando apenas va a amanecer lo fueron a traer, lo ataron a un palo, lo ataron a un palo en casa de Ahuizotzin.
Allí salió la espada, el cañón, propiedad de nuestros amos. Y entonces sacaron el oro y de nuevo llevan atados a nuestros príncipes hacia Coyoacán.
Anales de Tlatelolco, fol. 31-38
En medio de la tribulación, impelidos por el deseo de preservan la memoria de su propio pasado, algunos nahuas se dedicaron a buscar los testimonios que pudieran obtener de la tradición oral y del contenido de los libros de pinturas que sobrevivieron. Entre estos historiadores , los principales fueron Hernando Alvarado Tezozómoc y Domingo Francisco Chimalpaín .
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