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Hortensia Contreras

LA MUJER XTABAY

(…la inocencia del alma no se pierde nunca. Gentes de todas partes y de todos los tiempos han escuchado y seguirán escuchando con límpida ingenuidad, los relatos, las tradiciones, leyendas y las antiguas crónicas. Se han transformado hoy en el relato de los viejos que se vienen repitiendo de generación en generación y que son un legado cultural que no debemos olvidar…)


LA MUJER XTABAY


Los mayas de Yucatán son sin duda alguna, quienes mejor han conservado su idioma. Si no pueden interpretar, como bien pocos han hecho hasta ahora, su complicada escritura, verdaderos restos ideográficos, si mantienen vivo su idioma lleno de giros y flexiones extraordinarios y en su fonética han sabido copiar el vuelo del murciélago dzib y lo que dice el pájaro Puhuy. Temen al temible Kakazbal y a los Aluxes, pequeños duendecillos del bosque y de las siembras, porque ellos, los mayas, no han permitido aun la corrupción idiomática que introdujeran los hispanos que vinieron a hacer confuso todo lo relativo al suelo que algún día pisaron.


De esta forma se ha conservado intacta la hermosa leyenda, una de las más lindas y bellas leyendas yucatecas de las miles y miles que flotan como el perfume de la flor Xtabentún en el viento tibio del Mayab, o se esconden en las profundidades de los cenotes de donde sale el agua fresca y clara y los cuentos que perduran en el alma yucateca. Esa leyenda es la que se refiere a la mujer Xtabay.


Bajo la luna del antiguo Mayapán, a la sombra de los hermosos templos de los itzaes, se oye repetidamente esta leyenda sin que nadie le quite o le aumente detalles, sin que nadie se atreva a deformarla y así, como joya de milagrería se conserva para deleite de quien oye o de quien lee esta historia, que como muchas, no se ha borrado porque ha quedado inscrita en los libros antiguos y en las páginas sagradas de la memoria maya.

Dice pues la leyenda que la mujer Xtabay es una mujer hermosa, inmensamente bella que suele aguardar al viajero que por las noches se aventura en los caminos del Mayab. Sentada al pie de la más frondosa ceiba del bosque, lo atrae con cánticos, con frases dulces de amor, lo seduce, lo embruja y cruelmente lo destruye. Los cuerpos destrozados de esos incautos enamorados aparecen al día siguiente con las más horribles huellas de rasguños, de mordidas y con el pecho abierto por una especie de garras.


Muchos ladinos, gentes que desconocen el origen verdadero de la mujer Xtabay, han dicho que es hija de la Ceiba, que nace de sus torcidas y serpentinas raíces, pero eso no es verdad, la auténtica tradición maya dice que la mujer Xtabay nace de una planta espinosa, punzadora y mala y si es que la Xtabay aparece junto a las ceibas, es porque este árbol es sagrado para los pobladores de Yucatán y muchas veces es cobijo y sombra, y las gentes se acogen bajo sus ramas, confiados en la protección de tan bello y útil árbol.


Vivían, pues, en un cierto pueblo de la península yucateca, dos mujeres, siendo el nombre de una de ellas Xkeban o mejor decir su apodo ya que Xkeban quiere decir prostituta, mujer mala dada al amor ilícito. Se contaba que la Xkeban estaba enferma de amor y de pasión y que todo su afán era prodigar su cuerpo y su belleza que eran prodigiosos, a cuanto mancebo se lo solcitaba. Su verdadero nombre era Xtabay.

Muy cerca de la casa que ocupaba esta bellísima mujer, habitaba en otra casa bien hecha, limpia y arreglada continuamente, la consentida del pueblo que llamaban todos Utz-Colel, que en la traducción hispana sería mujer buena, mujer decente y limpia. Érase esta mujer, las Utz-Colel, virtuosa y recta, honesta que jamás había cometido ningún desliz ni el mínimo pecado amoroso.


Así y todo la Xtabay tenía un corazón tan grande, como su belleza y su bondad la hacían socorrer a los humildes, amparar al necesitado, curar al enfermo y recoger a los animales que abandonaban por inútiles. Su grandeza de alma la llevaba hasta poblados lejanos a donde llegaba para auxiliar al enfermo y se despojaba de las joyas que le daban sus enamorados y hasta de sus finas vestiduras para cubrir la desnudez de los más pobres.


Jamás levantaba la cabeza en son altivo, nunca murmuró ni criticó a nadie y con absoluta humildad soportaba los insultos y las humillaciones de las gentes.

En cambio bajo las ropas de la Utz-Colel se dibujaba la piel dañina de las serpientes, esa fría, orgullosa, dura de corazón que nunca socorría al enfermo y sentía abrumadora repugnancia por el pobre.


Y ocurrió que un día las gentes ociosas del pueblo, no vieron salir de su casa a la Xkeban y supusieron que andaba por los pueblos ofreciendo su cuerpo y sus pasiones indignas. Se contentaron de poder descansar de su perturbadora presencia, pero transcurrieron días y más días y de pronto por todo el pueblo se esparció un fino aroma de flores, un perfume delicado y exquisito que lo invadía todo. Nadie se explicaba de dónde emanaba tan precioso aroma y así, buscando, fueron a dar a la casa de la Xkeban a la que hallaron muerta, abandonada, sola.


Más lo extraordinario era que si la Xkeban no estaba acompañada de personas, varios animales cuidaban de su cuerpo del que brotaba aquel perfume que envolvía al pueblo.

Enterada la Utz-Colel dijo que esa era una vil mentira, ya que de un cuerpo corrupto y vil como el de la Xkeban, no podía emanar sino podredumbre y pestilencia, más que si tal cosa era como todos los vecinos decían, debía ser cosa de los malos espíritus, del dios del mal que así continuaba provocando a los hombres.


Agregó la Utz-Colel que si de mujer tan mala y perversa escapaba en tal caso ese perfume, cuando ella muriera el perfume que escaparía de su cuerpo sería mucho más aromático y exquisito.


Más por compasión, por lástima y por un deber social, un grupo de gentes del pueblo fue a enterrar a la Xkeban y cuentan que al día siguiente, su tumba estaba cubierta de flores aromáticas y hermosas, tan tapizado estaba el túmulo que parecía como si una cascada de olorosas florecillas hasta entonces desconocidas den el Mayab, hubiera caído del cielo. La tumba de la Xkeban duró todo el tiempo florecida y olorosa.

Poco después murió la Utz-Colel y a su entierro acudió todo el pueblo que siempre había ponderado sus virtudes, su honestidad, su recogimiento y cantando y gritando que había muerto virgen y pura, la enterraron con muchos lloros y pena.


Entonces recordaron lo que había dicho en vida acerca de que al morir, su cadáver debería exhalar un perfume mucho mejor que la Xkeban, pero para asombro de todas las gentes que la creían buena y recta, comprobaron que a poco de enterrada comenzó a escapar de la tierra floja todavía, un hedor insoportable, el olor nauseabundo de cadáver putrefacto. Toda la gente se retiró asombrada.


En su idioma maya dicen los viejos que aún cuentan la historia con todos los detalles que adornaron la leyenda, que hoy la florecilla que naciera en la tumba de la pecadora Xkeban, es la actual flor de Xtabentún, que es una florecilla tan humilde y bella, que se da en forma silvestre en las cercas y caminos, entre las hojas tersas del agave. El jugo de esa florecilla embriaga muy agradablemente, como debió ser el amor embriagador y dulce de la Xkeban.


Tzacam, que es el nombre de un cactus erizado de espinas y de mal olor por ambas cosas intocable, es la flor que nació sobre la tumba de la Utz.Colel, es la florecilla si bien hermosa sin aroma alguno y a veces de olor desagradable, como era el carácter y la falsa virtud de la Utz-Colel.


Esto es lo que ha dicho el maya y lo sigue repitiendo a través del tiempo, sin cambiarlo, sin ponerle ni quitarle, como se deben conservar nuestros recuerdos, intactos, con las mismas palabras con que nacieron en el mito, en el alma de quienes tan dulcemente han tejido estas historias.


No es pues la Xtabay la mujer mala que destruye a los hombres después de atraerlos con engaños al pie de las frondosas ceibas, pero puede ser otro de esos malos espíritus que rondan por la selva al acecho del peregrino que cruza los caminos aún poblados de superstición y leyenda.


Puede ser el alma errante de una de tantas vírgenes sacrificadas a la orilla del cenote sagrado, puede ser la vaporosa figura de una mujer que llora el engaño del amado.

Pero la Xtabay, jamás.


Esto dicen los mayas, esto han contado y seguirán contando los hombres de esa tierra en donde conservan el ritual de un relato y defienden sus costumbres de una intromisión que intentó aniquilar su cultura.

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