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Hortensia Contreras

Los dichos de los antiguos (HUEHUEHTLATOLLI).

Algunas palabras del HUEHUEHTLATOLLI (Testimonios de la Antigua Palabra), según la recopilación obtenida de los informantes de fray Bernardino de Sahagún y un estudio introductorio de don Miguel León Portilla…


En los textos recopilados y traducidos que se conocen como “la antigua palabra” o Huehuehtlatolli, se reúnen testimonios de la sabiduría de hombre y mujeres que vivieron, hace siglos, en el México indígena.


Padres y madres, maestros y maestras, para educar a sus hijos y estudiantes, les transmitían estos mensajes de sabiduría. Testimonios de profunda reflexión son éstos, herencia la más antigua que, en materia de educación, proviene del México indígena. En el hogar y en las escuelas se escuchaba la antigua palabra. Era ella lección atesorada de quienes ejercían el magisterio en los telpochcalli, “casas de jóvenes”, y en los calmecac, “hileras de casas” para la educación.

Origen de los Huehuehtlatolli


En varios de los códices o antiguos libros de pinturas y caracteres jeroglíficos del México antiguo aparece la figura del “temachtiani”, el maestro, cuyos atributos coinciden en muchos aspectos con los de otro personaje cuya figura se idealiza y exalta en varios textos en náhuatl de la antigua tradición. Ese personaje es el “tlamatini”, el sabio. El significado etimológico de tlamatini guarda también relación con el que tiene la palabra temachtiani. Tlamatini es “el que sabe algo, el que conoce las cosas”. A su vez temachtiani es “el que hace que los otros sepan algo, conozcan lo que está sobre la tierra”, y, en fin, aquello que puede llegar a vislumbrar el hombre.


Los que ejercían la profesión de tlamatini, “sabio”, eran precisamente quienes tenía a su cargo la preservación y la transmisión de los testimonios de la antigua palabra. Éste era en verdad un maestro. Aquí tenemos la descripción que de él ha llegado hasta nosotros en el Códice Matritense, en el que se incluyen en náhuatl los textos que recogió en el siglo XVI fray Bernardino de Sahagún.


El sabio: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahúma.

Un espejo horadado, un espejo agujereado por ambos lados.

Suya es la tinta negra y roja, de él son los códices, de él son los códices.

Él mismo es escritura y sabiduría.

Es camino, guía veraz para otros.

Conduce a las personas y a las cosas, es guía en los negocios humanos,

El sabio es cuidoso y guarda la tradición.

Suya es la sabiduría transmitida, él es quien la enseña, sigue la verdad.

Maestro de la verdad, no deja de amonestar.

Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una

Cara (una personalidad), los hace desarrollarla.

Les abre los oídos, los ilumina.

Es maestro de guías, les da su camino,

De él uno depende.

Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos; hace que en ellos aparezca una cara (una personalidad).

Se fija en las cosas, regula su camino, dispone y ordena.

Aplica su luz sobre el mundo.

Conoce lo que está sobre nosotros y, la región de los muertos.

Cualquiera es confortado por él, es corregido, es enseñado.

Gracias a él la gente humaniza su querer y recibe una estricta enseñanza.

Conforta el corazón, conforta a la gente, ayuda, remedia,

A todos cura. (Códice Florentino, libro X, folios 19r.-20v.)


Tenía a su cargo el tlamatini los códices, es decir los libros del saber. En ellos se conservaba el registro del conocimiento acerca de la divinidad, col cómputos calendáricos, los destinos humanos, las crónicas históricas. También en alguno de esos libros había formas de evocar los cantares y poemas. Existían así los cuicamatl, “libros o papeles de cantos”. Y justamente en otros de esos papeles hechos de la corteza del amate, se apuntaba el meollo de los testimonios que se conocen como huehuehtlatolli, antigua palabra.


El tlamatini, en su profesión de maestro, de muchas formas enseñaba, como lo refiere el texto antes citado. Entre otras cosas, hacía que sus discípulos comenzaran por conocerse a sí mismos; con una metáfora se nos dice que, con tal propósito, “les ponía un espejo delante de sus rostros”. El sabio, como guía, enseñaba el camino que había que seguirse; con su sabiduría iluminaba lo que está sobre la tierra y señalaba, hasta donde podía, “lo que está sobre nosotros”, las realidades divinas y aquellas que pertenecen a la región de los muertos.


Esto, que tan bellamente nos describe el texto en náhuatl como enseñanza del sabio, es el meollo mismo del contenido de los huehuehtlatolli.


Y ahora no resta sino invitarnos a todos a acercarnos a estas antiguas palabras para disfrutarlas y enriquecerse con ellas:


Venid a escuchar…y todavía enriquecéos, con lo que es merecimiento, el aliento, la palabra, muy buena, maravillosa…


El mensaje perdura. Es gruesa te que alumbra y no ahúma. El señor Netzahualclóyotl y su hijo Nezahualpilli supieron acerca de estas palabras. Y ellas u otras muy semejantes fueron también escuchadas por Motecuhzoma y Cuauhtémoc. Son en primer término herencia de quienes han brotado en tierras mexicanas. Literatura y sabiduría, son asimismo legado que se abre para los hombres de los cuatro cuadrantes del mundo y forman ya parte de las literaturas clásica de todos los tiempos.


(palabras de don Miguel León Portilla en Parías, 5 de febrero de 1991, como parte de la Delegación de México ante la UNESCO)


Este mes de septiembre iré compartiendo con el lector algunos ejemplos de las enseñanzas recogidas en esta compilación de los Huehuehtlatolli, espero los disfrutemos juntos.


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