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Hortensia Contreras

Los últimos Días de doña Sara Madero

(Reproducción del texto del arquitecto Edgar Tavares en la revista Relatos e Historias de México, 2011).


El espíritu de Francisco I. Madero se mantuvo vivo en una residencia de la colonia Roma de la ciudad de México, hasta mediados del S. XX. Como fiel compañera hasta la muerte, Sara Pérez de Madero se encargó de conservar la memoria de su esposo en el recinto que eligió para pasar los últimos años de su vida y hoy forma parte del recuerdo de quienes tuvieron la fortuna de ser sus vecinos.


Durante la llamada Decena Trágica, fueron asesinados, el 22 de febrero de 1913, el presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez. Poco sin embargo, sabemos de los momentos de angustia que pasó doña Sara Pérez, esposa de Madero, ante ese hecho brutal. Sólo Manuel Márquez Sterling, peruano de origen y embajador de Cuba en momentos tan cruciales, nos habla al respecto. Primero describe la personalidad de esta mujer: “Doña Sara hecha al gran papel, nacida para el destino de las cumbres; traje, modales y gesta eran adecuados a la altura de su esposo y a la suprema dignidad presidencial”. Enseguida relata la valerosa actitud tomada por la “primera dama de la Revolución”: “La presidenta regresa viuda, lleva el manto negro, arrasados de lágrimas los ojos…, solloza esta queja, esta orden, esta súplica: “Yo quiero ver a mi marido, que me entreguen su cadáver, quiero llevarlo a su tierra de San Pedro, donde nadie lo traicionaba, y darle sepultura con mis propias manos y vivir sola, junto a su tumba…”


Avecindada en la colonia Roma de la ciudad de México, doña Sara Pérez Romero fue toda una dama. Nació en San Juan del Río, Querétaro, el 19 de junio de 1870; hija de hacendado, fue enviada a realizar sus estudios en el aristocrático colegio de Notre Dame en San Francisco, California, en el cual conoció a Mercedes y Magdalena Madero, hermanas de Francisco, con quien se casaría el 23 de enero de 1903 en la capital del país, aunque su hogar lo fijaron en San Pedro de las Colonias, Coahuila. Como muestra del amor y veneración que tenía por su marido, lo acompañaba siempre a todas partes: en la campaña presidencial, en los mítines políticos, discursos, negociaciones , etc. Presidió el club Caridad y Progreso y fue una de las fundadoras del Club Neutral por la Humanidad; por si fuera poco, se dio tiempo -junto con su esposo- para apadrinar la boda del general Emiliano Zapata con la señorita Josefa Espejo en 1911.


De acuerdo con Manuel Márquez, doña Sara se plantó frene a a Aureliano Blanquet, partícipe en el golpe a su marido, para reclamarle en tono enérgico: “Necesito ver el cadáver de mi marido; necesito contemplar su rostro; persuadirme, así, de que es a él quienes sus protegidos han asesinado…Yo quiero ver su cadáver, es mío, me pertenece, nadie puede disputármelo…” Fue hasta el 24 de febrero que el general Victoriano Huerta consintió que la viuda visitara el cadáver de su marido. El embajador de Cuba pudo trasladar a viuda, madre, hermanas y parientes del asesinado presidente Madero a la isla caribeña, donde desembarcaron el 1 de marzo de 1913.


Después de su exilio en Cuba, doña Sara pasó a los Estados Unidos. Volvió a México hasta 1921 y escogió la colonia Roma para vivir, justo en una casa situada en la calle Zacatecas núm. 88. Una linda nonagenaria, la señorita Dolores Barajas -habitante de la Roma toda su vida- conoció a doña Sara y nos describe aspectos interesantes de su viudez: “Vivía en la calle Zacatecas, muy modestamente. Era una casa sencilla, sin pretensiones, con un jardín muy bonito. Desde que entraba usted se respiraba el aire de Madero, donde quera veía yo un cuadro, una pintura de su esposo. Los salones de la casa mostraban coronas de muerto de esas que había a principios de siglo, francesas de porcelana, y también había bandas que venían en los arreglos florales. En el medio del jardín tenía una estatua de su marido con una rotonda de pensamientos, porque era la flor que más le gustaba. En todas las habitaciones que usted entraba había algo de Madero. Para doña Sara, su esposo era su adoración, una locura la que tenía por él y vivió para su recuerdo el resto de su vida, era una persona encantadora.”


La vida de Madero tuvo mucha amistad con las tías de Lolita Barajas, sobre todo en relación con el templo de Nuestra Señora del Rosario, situado a unos pasos de la casa que habitó doña Sara. No es de extrañarse que cuando cerraron dicha parroquia durante la persecución religiosa, el Santísimo fuera a dar a la casa de la señora Madero, quien lo tuvo en su oratorio por largo tiempo. Lolita termina su recuerdo así: “Para la señora Madero, su vida entera de viuda fue dedicarse al amor de Dios y a la veneración del recuerdo de su marido; fue una señora excelente, curiosita”.


La ilustre dama dejó de existir el 31 de julio de 1952 y fue sepultada en el panteón francés de la Piedad, cerca de su casa. Su ataúd fue cubierto por la bandera de la Cruz Blanca, institución que había fundado en 1911. A su entierro asistieron grandes personalidades como el entonces presidente Miguel Alemán, los exmandatarios Pascual Ortiz Rubio y Roque González Garza, asi como hermanos de don Francisco y otros parientes de doña Sara.


Y volvamos a la voz del poeta español León Felipe Camino Galicia para ver si lo que nos dice lo podemos aplicar a nuestros días…


SE TODOS LOS CUENTOS

Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:

Que la cuna del hombre la mecen con cuentos…

Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con

Cuentos…

Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos…

Que los huesos del hombre los entierran con cuentos…

Y que el miedo del hombre…

Ha inventado todos los cuentos.

Yo sé muy pocas cosas, es verdad.

Pero me han dormido con todos los cuentos…

Y sé todos los cuentos.

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