Hoy estaba buscando información para mi escrito semanal y me topé con un artículo firmado por Anna Lagos que recuerda a una serie de grandes artistas del muralismo en México, cuyo trabajo ha estado eclipsado por el brillo de los artistas varones. Nombres un tanto desconocidos por el público en general pero que dejaron su huella firme en el movimiento de la plástica nacional: Aurora Reyes (Chihuahua, 1908), Rina Lazo, Fanny Rabel, María Izquierdo o Regina Raull además de las norteamericanas Marion y Grace Greenwood que dejaron parte de su obra en el mercado Abelardo L. Rodríguez ubicado en el centro histórico de la ciudad de México.
El muralismo moderno, que nació producto de la Revolución mexicana en la década de 1920, buscaba profundizar en las reflexiones sobre la identidad nacional. A la vez que en Europa florecían las vanguardias, los artistas mexicanos proponían un arte figurativo y democratizador, era un arte que realmente buscaba ser popular y fácilmente comprensible para el público en general. Ubicados en edificios públicos que no podían comprarse ni venderse, los muralistas buscaban plasmar la experiencia social nacional.
Pero, las mujeres muralistas nos ofrecen una visión muy distinta de la historia de México que dan los artistas varones que representan a las mujeres como la encarnación del ideal de la libertad o como la madre sufrida, como símbolo de la patria. En cambio, las artistas, a partir de su propia experiencia y al vivir en una sociedad patriarcal, nos dan ejemplos de mujeres reales que la historia normalmente no reconoce. La importancia de estas muralistas, a pesar de que han sido poco reconocidas, es fundamental, porque nos da la otra parte de la historia, la cual por lo general no conocemos como nos cuenta la historiadora del arte Dina Comisarenco en su texto Eclipse de siete lunas; Mujeres Muralistas en México.
La primera muralista mexicana fue Aurora Reyes y su primer mural "Atentado a las Maestras Rurales" (1936), retrata a una mujer, ya no como símbolo o alegoría, sino como una maestra rural golpeada y vilipendiada por los enemigos de la patria. Como anota la escritora Margarita Aguilar en su texto Los Murales de Aurora Reyes: “la obra resume, en un solo golpe de vista, y en la figura de un personaje femenino, un aspecto conflictivo y delicado que enfrentaron los gobiernos postrevolucionarios y valora el papel de la mujer en las luchas sociales de México”.
María Izquierdo (Jalisco, 1902) dijo…”pintaría al fresco si me dieran la oportunidad para ello, pero hasta ahora solo confían esos trabajos a los maestro varones, campo que me ha sido negado en mi propio país”, en una denuncia titulada María Izquierdo vs los Tres Grandes, la artista dice: “lo dramático es ese peligro por el que atraviesa la pintura mexicana y por ende, la cultura nuestra”. Y su indignación no solo nace de la cancelación de uno de sus proyectos murales más importantes en el Palacio del Distrito Federal sino que pone de manifiesto los peligros del monopolio artístico de Rivera, Orozco y Siqueiros.
La artista Rina Lazo (Guatemala, 1923) tuvo tarde suerte. Inició en el muralismo en 1940, cuando asistió a Rivera en la obra Sueño de una tarde de verano en la Alameda, y también lo apoyó en otros proyectos.
Dina Comisarenco, quien reconstruye en su libro el trabajo de las artistas, invisibilizado por olvido o argumentos misóginos, dice: “ no sólo se trata de un asunto de justicia historiográfica a las mujeres muralistas del siglo XX, sino también tiene un papel importante, para las generaciones de artistas plásticas que van a venir. Porque apoyándose en esos ejemplos podrán llegar mucho más lejos”.
Asi que hagamos justicia y démosles el reconocimiento que les pertenece a todas ellas por derecho propio.
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