Hace sólo una semana que el mundo entero miraba con horror como se consumía una de las construcciones más emblemáticas de la capital francesa. Y México no salía tampoco de su asombro. La tragedia que vivían los parisinos me hizo recordar otro evento trágico que vinculó a México con el templo emblemático: allí mismo, en ese templo, frente al altar mayor se quitó la vida una mujer apasionada, brillante y generosa…y de esta manera pasó a ser mito logrando la inmortalidad de la memoria.
Antonieta Rivas Mercado, mecenas de las artes, fundadora de la Orquesta Sinfónica de México, luchadora por la democracia junto con José Vasconcelos. Era el miércoles once de febrero de 1931, día en que esta joven se dirigió decidida al altar mayor de la catedral, y mirando fijamente a los ojos del Jesús crucificado, sacó la pequeña pistola que llevaba en el bolso y se disparó directamente al corazón. Así terminaba aquella vida tan brillante como fugaz, al amparo del templo que hoy pudimos ver cómo lo consumían las llamas y en medio de esa locura no pude evitar evocar la memoria de Antonieta quien con su muerte en el recinto lo vinculaba directamente con el espíritu del México que desde aquellos días buscaba su lugar en la modernidad.
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