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Hortensia Contreras

Tonatzin Guaduadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican Mopohua".

Estudio de don Miguel León Portilla.


En este lugar (que se nombra Tepeyácac) tenían un templo dedicado a la madre de los dioses, que la llamaban Tonantzin y que quiere decir Nuestra Madre. Allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa. Y venían a ellos de más de veinte leguas de todas las comarcas de México y traían muchas ofrendas. Venían hombres y mujeres, mozos y mozas a estas fiestas. Era grande el concurso de gente en estos días y todos decían, Vamos a la fiesta de Tonantzin. Y agora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, también la llaman Tonantzin.


Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, libro XI, nota final.


Vayamos ahora a las palabras que el investigador nos deja en su introducción al texto Tonantzin Guadalupe.


…Existe un espejo, con frecuencia olvidado, en el que se reflejan aconteceres innumerables en la vida del México novohispano. Lo tenemos en las expresiones de la palabra en náhuatl transvasada ya a la escritura alfabética a partir, por lo menos, de los años treinta del siglo XVI . En archivos y bibliotecas de este país y de varios otros se conservan millares de manuscritos en dicha lengua. Variados son los géneros que cabe percibir en ese caudal de producciones.


Hay cantos, discursos, narraciones, textos a modo de anales, adagios, oraciones y conjuros en los que puede identificarse la presencia del pensamiento y formas de decir prehispánicos.


En conjunción con algunas de esas expresiones escritas con el alfabeto, que muchos nahuas aprendieron pronto de los frailes, perduraron pinturas y signos glíficos como en los antiguos códices.


Ante tan copiosa riqueza documental, que integra una auténtica literatura indígena, podrá alguien preguntarse cuáles son los que sobresalen por el interés de su contenido o la belleza de su expresión.


En el contexto de esta gran literatura colonial en náhuatl hay que situar el relato conocido como Nican mopohua en razón de sus primeras palabras, que significan “Aquí se refiere…”


Este relato, en el que la figura central es Tonantzin Guadalupe, merece particular atención. Tonantzin, que significa “Nuestra Madre”, según el mismo fraile lo notó, era el nombre con que los nahuas llamaban a la Madre de los dioses. Ella, Tonantzin, había sido adorada precisamente en el Tepeyac, a donde desde mediados del S. XVI muchos seguían yendo en busca de la que comenzó a llamarse Nuestra Señora de Guadalupe.

Contenido y Origen del relato de Tonantzin Guadalupe.


…El texto habla de cuatro apariciones de la Virgen María al indio Juan Diego. Se muestra sorprendido éste al principio al escuchar cantos de aves preciosas a las que el monte parece responder. Oye luego que alguien lo llama. Pronto se da cuenta de que es una noble señora, a la que se acerca y contempla. Ella le dice que es la madre del Dador de la vida, Ipalnemohuani, Dueño del Cerca y del Junto, Tloque Nahuaque. En seguida le encarga obtenga del obispo de México, fray Juan de Zumárraga, se le edifique un templo en el llano, al pie del cerro. El indio se sorprende hondamente. Piensa que tal vez se halla en la Tierra Florida, Xochitlalpan, en la Tierra de nuestro sustento, Tonacatlalpan, de la que hablaban los ancianos.


Luego acude al obispo en dos ocasiones pero no logra persuadirlo de la misión que le ha confiado la que ya sabe es la Virgen María. Lo más que obtiene del obispo es la petición de que esa señora, para él no conocida, le haga llegar alguna señal que pueda convencerlo. La señal serán las flores preciosas que la Virgen le ordena corte en la cumbre del Tepeyac, donde sólo se daban abrojos, nopales y mezquites. Juan Diego las recoge y las coloca en el hueco de su tilma o capa y las lleva ante la presencia del obispo. Extiende entonces su tilma y contempla cómo las flores se esparcen. El relato concluye diciendo que en ese momento quedó pintada en la tilma del indio la imagen de la Virgen, ante los ojos asombrados del obispo y de cuantos estaban con él.


Y quien fue el posible autor del relato? La mayor parte de los investigadores lo atribuyen a un tal Antonio Valeriano, de quien tenemos una breve semblanza.


Respecto de la persona de Antonio Valeriano existe amplia documentación. Consta que nació en Azcapotzalco entre 1522 y 1526, pues ingresó entre los primeros estudiantes, hacia 1536, en el recién fundado Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. De él escribió el conocido cronista nahua Hernando Alvarado Tezozómoc, que “no era pilli (es decir noble) sino un gran sabio” El prestigio de que merecidamente gozaba hizo posible que se casara con doña Isabel, hermana del mismo Alvarado Tezozómoc. Éste era hijo del noble don Diego Huanitzin, gobernador de Tenochtitlán durante tres años, consumada ya la Conquista, y nieto nada menos que del gran tlahtoani Axayácatl, gobernante de la nación mexica.


Valeriano fue depositario desde su niñez de tradiciones provenientes del pasado indígena. En el Colegio de Tlatelolco tuvo como maestros a los franciscanos Andrés de Olmos y Bernardino de Sahagún, profundos conocedores del náhuatl, genuinos humanistas que llegaron a ser importantes investigadores de la antigua cultura indígena. Acerca de Valeriano afirmó Sahagún que entre los estudiantes trilingües que tuvo -hablaban náhuatl, castellano y latín- se distinguió él como “el principal y más sabio”.


Cuando Sahagún inició formalmente en 1558 sus investigaciones sobre “las cosas humanas, naturales y divinas” de los antiguos pueblos nahuas, Antonio Valeriano fue su principal auxiliar junto con algunos otros estudiantes del Colegio.

Hombre muy preparado, fue maestro en el mismo colegio donde se había formado. Después de colaborar con Sahagún en sus investigaciones sobre la lengua y culturas nahuas, llegó a ser gobernador de Azcapotzalco, cargo que ejerció durante ocho años. Su buen desempeño en dicho puesto contribuyó a que en 1570 se le elevara a gobernador de los indios de México Tenochtitlan.


Su gestión como gobernador se extendió por más de treinta años hasta 1605, en que murió.


Pues bien, es Antonio Valeriano la persona a la que no pocos han atribuido el relato acerca de Tonantzin Guadalupe, texto que mostraremos en forma sintética en nuestra siguiente entrega.



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